Este texto es uno de los más importantes que jamás se han escrito. Como alfaguara de donde brota una de las grandes corrientes de la espiritualidad universal, como es el taoísmo, el Tao Teh King comparte preeminencia con textos sagrados como la Biblia, el Corán o el Bhagavad Gita, ese grupo selecto de libros sin cuyo conocimiento es imposible entender las civilizaciones creadas por el ser humano.
El prístino pensamiento oriental se expresa en esta obra en 81 secciones o capítulos, formados a su vez por distintos aforismos o versículos de gran intensidad poética, enigmáticos y simbólicos. En la esencia del taoísmo, la sabiduría práctica es una vestimenta del más profundo conocimiento metafísico. Nimios detalles cotidianos abren la puerta a reveladoras cosmogonías y las más severas contradicciones son la vía para expresar las certezas más luminosas.
Como esta obra expresa desde su propio título, donde Ching significa «Libro», el taoísmo se basa en dos principios fundamentales: el Tao, o «Camino», y el Teh, o «Justicia». En el centro, aquél a quien estos aforismos van dirigidos: el hombre virtuoso en quien los contrarios se armonizan, el hombre sabio y santo que sigue el Tao aplicando el Teh.
Según la tradición china, Lao Tse compuso esta obra en el siglo VI antes de nuestra era; es decir, como contemporáneo de Confucio, del Buda, de Zoroastro, de Pitágoras y de los profetas del judaísmo, como Elías, Isaías o Jeremías, Lao Tse habría escrito el Tao Teh Ching en lo que en términos de Karl Jaspers sería el eje de la era axial, el periodo en que nació de manera casi simultánea en distintas regiones del planeta el Mediterráneo, India y China las corrientes fundamentales del pensamiento y la religión que explican lo que hoy conocemos como lo humano.
Poco se sabe de este mítico fundador del taoísmo, más allá de las leyendas sobre su nombre y su revelación. Nació como niño viejo, con pelo cano, rostro arrugado y orejas grandes, de ahí sus dos primeros nombres de Li-Ar (orejas de ciruelo) y de Li-Tan (orejas largas) que precedieron al de Lao Tse (el viejo sabio) otorgado por sus discípulos. Tras viajar por distintos países de Oriente, Lao Tse regresó a China y trabajó como funcionario en el Estado de Chu, hasta el día en que, montado en el famoso carro conducido por un buey azul, se encontró con Yin-hi, el oficial que gobernaba el paso de Hanku que comunicaba con el Tíbet y la India. Este hombre virtuoso le contó que había tenido un sueño premonitorio avisándole de que se encontraría con un gran sabio, y le rogó que pusiese por escrito sus enseñanzas, en lo que sería el origen del Tao Teh Ching.
En esta colección editamos por primera vez en español la traducción comentada y directa del sánscrito que el orientalista inglés Charles Johnston realizó para la Theosophical Quarterly.
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