A partir del florecimiento que experimentó la Química en el siglo XVIII por toda Europa, muchos científicos fueron descubriendo que existían sustancias básicas que no se podían descomponer en otras por ningún medio conocido y, más adelante, que entre ellas existían relaciones estables a partir de las cuales podían organizarse. Con todo, no fue sino hasta el siglo XIX cuando estuvieron en condiciones de proponerla sistematización del conocimiento sobre los elementos químicos. En este terreno, los descubrimientos de Humprey Davy, John Dalton, Johann Wolfgang Döbereiner, Alexandre-Emile Béguyer de Chancourtois, John Alexander Reina Newlands y Julius Lothar Meyer permitieron entrever el hilo conductor: los elementos poseen masa y una complejidad electrónica crecientes, relacionadas aparentemente con sus propiedades. Por fin, en 1869 el ruso Dimitri lvánovich Mendeleiev dio a conocer una primera versión de la Tabla Periódica, en la que relacionaba de manera coherente los elementos hasta entonces conocidos y dejaba algunos espacios para el futuro acomodo de los que se descubrieran posteriormente. La tabla como la conocemos en la actualidad está organizada en siete filas horizontales llamadas periodos, que van de arriba abajo en orden de creciente nivel de energía, y en 18 columnas denominadas grupos, donde los elementos se disponen en orden de creciente cantidad de energía electrónica. Los elementos se numeran del 1 (correspondiente al hidrógeno) y -por ahora- hasta el 118, que corresponden al número atómico (de protones) en el núcleo atómico. Así dispuestos, puede observarse que la masa o peso atómico también van en orden ascendente.
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