La aparición de La suave patria, en la revista El Maestro, estaba presidida por la inesperada muerte de Ramón López Velarde, el 19 de junio de 1921. Esta triste coincidencia aumentaba la nostalgia del escritor desaparecido, convertía al texto recién editado al final de ese mismo mes, en una obra póstuma ?el autor tuvo en las manos las pruebas, pero no alcanzó a ver la revista impresa? y dejaba en el misterio cómo el poeta había logrado saltar de una poesía muchas veces oscura, hermética, intimista y supersticiosa a otra aparentemente mucho más simple, liviana, social y pletórica de animación. Era evidente que había algo nuevo, un giro distinto en esa escritura. El poema, como las otras composiciones líricas de López Velarde, avanzaba a través de zonas difíciles de entender, pasajes muy barrocos y expresiones inusitadas, pero estas cualidades sin dejar de producir el efecto de un mundo desconcertante, pasaban casi inadvertidas en el aire de una visión fina, generosa y ligera, bajo la forma de quien da un consejo grato, con una ingravidez de fe, felicidad y humor. ¿Qué significaba este cambio? ¿Un abandono de la poesía anterior? ¿La búsqueda de más lectores y de popularidad? ¿Una forma de ponerse en paz con las nuevas figuras de la política triunfante? ¿La alegría desmesurada para paliar una depresión honda? ¿Una digresión para volver después al estilo característico y aceptado entre lectores duchos y poetas de abolengo?
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