En 1972, cuando Bélgica abrió su embajada en Pekín, Simon Leys fue enviado como agregado cultural para recorrer durante seis meses el país y elaborar informes detallados de sus tesoros artísticos. Incapaz de limitarse a la tarea de observar la «China muerta», Leys registró elocuentes escenas de la vida cotidiana, datos económicos, obras en las librerías, contenidos de los programas escolares, banquetes diplomáticos, propuestas políticas... El resultado fue este libro, que vio la luz por primera vez en 1974: la denuncia de la mentira maoísta en una época en la que parecía existir una «conspiración de silencio» en toda Europa hizo de Leys una de las voces más veraces de su generación. Como señaló Jean-François Revel, el paso de los años, lejos de haber condenado Sombras chinescas al olvido, le ha reservado el lugar que le correspondía por derecho: «Hay que releer una y otra vez el libro de Leys para constatar que, incluso en el siglo de las mentiras, la verdad logró levantar la cabeza y carcajearse».
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