He aquí a Napoleón despojado de la parafernalia oficial; un hombre visionario y delirante que ríe, vocifera y patalea, rodeado de una cohorte de personajes aborrecibles: desde los parientes corsos hasta los mariscales, los gruñones veteranos de la Vieja Guardia, o Barras, Telleyrand, madame de Stäel y muchísimos otros. ¿Y la inconstante e infiel Josefina? Paradójicamente ella es para el emperador el único remanso de paz, de eternidad y de amor verdadero. Una sinfonía tragicómica —en cuatro movimientos, con una overtura a Josefina y una coda a la Historia Universal— que toma como modelo la Heroica de Beethoven para crear una obra irreverente, divertida y brillante donde Burgess exhibe con desenfado todo su virtuosismo y erudición. El resultado es un Napoleón tan vivo que el lector tiene la impresión de haberlo conocido.
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