Borges solía decir que no tenía en casa ningún libro de los que escribía porque cuidaba mucho de su biblioteca: «¡Cómo voy a codearme yo con Conrad o con Platón! Sería ridículo».
No tenía libros suyos, y de los que habían escrito sobre él decía haber leído tan sólo uno. A su amiga Alicia Jurado, por ejemplo, le dijo: «Mirá, yo te agradezco mucho que hayas escrito este libro sobre mí, pero yo no voy a leerlo porque el tema no me interesa o me interesa demasiado. Estoy harto de Borges». Cuando ella le insistió en que debía leerlo porque no iba a encontrar en él nada desagradable, Borges le contestó: «Bueno, sí. El tema, el tema central me es desagradable».
Sin miedo a Borges propone retroceder hasta una posición previa a cualquier análisis para identificar los distintos aspectos que configuran el universo del escritor argentino y facilitar así la posibilidad de convertirse en el lector cómplice que exige su literatura para poder desplegarse con toda eficacia. Es de suponer que tampoco este volumen habría figurado entre los libros de su biblioteca, pero a lo mejor esta vez convendría resistir la tentación de imitar a Borges.
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