Observando cómo se dice -oyendo-, oyendo y observando cómo se mueve y avanza un poema en medio de una quietud abierta, desolada -nadie escucha mucho un poema, nadie ve mucho un lenguaje-, Montalbetti piensa y escribe en forma sustancial -fraseo breve, suspendido, que cuenta, sin contar, con el silencio inmediato que se apodera de una línea, la comprime y la suelta-, mediante el parco auxilio de la repetición, una forma conocida por el lenguaje poético que cada vez distinta reitera su fidelidad: la invención de una fidelidad distinta, he ahí, en Montalbetti, y como piensa -medita- mimetiza su pensar, cosa que se puede poco. La técnica de desdoblar lo dicho oculta en Montalbetti -a quien decir “ocultar” parece señalar herejía en el hereje- la convicción de que el lenguaje no es ni será ninguna máquina, ninguna certeza salvo de un fluir que no coincide con su río. Se trata de ver el lenguaje en acto y de darlo al poema después de pasarlo por la mediación del pensar pero sin caer en su red, encendido en su brasa todavía viva.
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