Ya sabe usted. Watson -dijo-. que uno de las maldiciones de uno mente como la mía es que tengo que mirarlo todo desde el punto de visto de mi especialidad. Usted mira esas casas dispersas y se siente impresionado por su belleza. Yo las miro. y el único pensamiento que me viene a la cabeza es lo aisladas que están. y la impunidad con que puede cometerse un crimen en ellas.Siempre me han producido un cierto horror. Tengo la convicción. Watson. basada en mi experiencia. de que las callejuelas más sórdidas y miserables de Londres no cuentan con un historial delictivo tan terrible como el de la sonriente y hermosa campiña inglesa.
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