Una novela que resume los sueños, frustraciones y contradicciones de los años setenta en América Latina. Una polifónica historia de desencuentros que plantea la soledad en la que se sumerge el hombre contemporáneo que ha perdido sus valores en el falso mundo del poder. Un libro en el que la literatura también es protagonista por su intertextualidad.
Seis hombres una mujer es un libro filosófico. Hurga en la soledad del hombre contemporáneo, del hombre que se sabe solo, de ese hombre que mira la eternidad sabiendo que él es finito. Jerónimo Santos, y por supuesto sus compañeros de farra y desventura son una metáfora del hombre contemporáneo, del hombre que ya no sueña, o si lo hace es a través de la nebulosa del alcohol; como el Cónsul, el alter ego de Malcom Lowry, en Bajo el volcán, ese otro personaje atormentado y derrotado por la vida, perdido en su propio laberinto; un laberinto sin Dédalo, sin hilos de Ariadna, sin alas para salir volando por alguna ranura. Y como Lowry, Jerónimo Santos, en compañía de sus amigos, camina como un funámbulo por la cuerda floja, siendo consciente que pronto caerá al vacío, al igual que él su única pértiga son dos botellas de licor una en cada mano; éstas, en vez de lanzarlo al vacío que tanto anhela, evitan su caída, Tal vez porque saben que no hay red que detenga el salto al vacío. No en vano el libro abre con un epígrafe de Walt Whitman:
Si no me encuentras no te desanimes; si no estoy en aquel sitio búscame en otro. Te espero… en algún sitio estaré esperándote.
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