Uno no debe confundirse con sus ropas. Éstas son necesarias para vivir, pero se gastan y se pasan de moda, y además, sin una saludable distancia, uno corre el riesgo de convertirse en disfraz de sí mismo, consagrado sólo a sus máscaras. Para exponernos esta idea, Carlyle recurre a un ingenioso y divertido artificio: inventa un autor y una obra inexistentes ?el erudito profesor Diógenes Teufelsdröckh y su tratado Sobre los trajes: su origen e influencia, y nos ofrece sus ?remedios?, es decir, su edición y comentario. El germen de la obra es la crisis de fe que vivió Carlyle en su juventud, su pérdida de confianza en la religiosidad tradicional, y su encuentro con una nueva dimensión espiritual.
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