Jean Genet escribió Santa María de las Flores en 1942, en la prisión de Fresnes, y la escribió, según dice, "para hechizo de mi celda", y quizá, secretamente, para "comprobar cuál puede ser el metodo mejor [...] para no sucumbir tambien al horror, llegado el momento".
En este espacio embrujado del preso que espera con terror su juicio y su condena, se conjuran, pues, solo "golfos de la peor calaña", heroes "sin heroísmo alguno que les pueda conferir alguna nobleza", santos "siempre obligados a amar lo que aborrecen. Genet entró en la mitología y en la poesía del siglo xx con esta novela que aún hoy sigue siendo un referente de la vida "aparte" y de la transformación de la vergüenza en orgullo.
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