La estética de lo bello es un fenómeno genuinamente moderno. Lo pulido, lo liso, lo impecable, son la seña de identidad de nuestra época. Son lo que tienen en común las esculturas de Jeff Koons, los smartphones y la depilación. Estas cualidades ponen en evidencia el actual “exceso de positividad” del que habla Han en otros ensayos, pero que aquí enfoca y desarrolla en el campo del arte y de la estética. ¿Por qué hoy en día gusta tanto «lo pulido»? Porque no daña, no ofrece resistencia.
Lo bello digital constituye el espacio de lo igual, que no tolera ninguna extrañeza, ninguna alteridad, ninguna negatividad. Lo bello natural se ha atrofiado en lo bello digital, convertido en objeto del «me gusta», algo arbitrario y placentero que se mide por su inmediatez y su valor de consumo. Pero sin la negatividad de lo otro, el acceso a lo bello natural queda obturado y se anula la distancia contemplativa. La belleza no es un brillo momentáneo ni se la encuentra en un contacto inmediato; alumbra en silencio, a través de rodeos; acontece como reencuentro y reconocimiento.
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