Quien haya tenido aunque sea alguna vez un lápiz de dibujo en la mano, un pincel cargado de pigmento frente a una tela vacía, será automáticamente mi aliado. En efecto, un ebanista se conmueve ante un mueble bien hecho: él sabe el trabajo que supone conseguir la curvatura de las maderas nobles, la dificultad y la paciencia que supone la marquetería. Un intelectual, un esnob, un coleccionista, son capaces de juzgar ese mismo mueble meramente por su menor o mayor belleza lo que está bien? pero también, y lo que es más grave, por su rareza, su precio en el mercado, la moda pasajera a la que obedece. Precios y modas cambian. Desde el fondo de mi experiencia no puedo dejar de considerar que la opinión del experto, a poco que tenga sensibilidad y casi siempre la tiene resulta de más peso que la de quien, simplemente, compra o vende la mercancía, ya que el conocimiento del primero es un conocimiento abismal, hecho de la intimidad con la materia, de larga conversación con los instrumentos. Todo arte es artístico, en el sentido de que sólo los del oficio lo pueden plenamente captar, juzgar y, lo que es más, justificar en todo el sentido de la palabra, asumiéndolo en lo que implica de lucha, de dificultad. Vamos a dejarnos, pues, de gustos, de nombres de estilos superficialmente aprendidos y más superficialmente repetidos como consignas vacías de contenido. Para empezar, somos modestos: no sabemos nada y consideramos que estamos desnudos. Se nos dice y aquí sí existe un criterio de autoridad? que Rubens es un gran artista, un pintor para pintores. Y nos lo dicen, nos lo vienen diciendo, todos los historiadores del arte y de la cultura verdaderamente importantes. No vamos, por lo tanto, a erigir en juez a nuestro pequeño gusto circunstancial de la última década del siglo XX, ni mucho menos pretenderemos transformarlo en ley. Nuestro capricho lo dejaremos en el guardarropa como gesto previo antes de penetrar en el museo. Así, pues, en lo que sigue se tratará de cosas más generales y, en cierto modo, de cosas más importantes, puesto que incumben a nuestra concepción total del mundo.
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