Como los viejos elepés, este libro tiene una cara A y una cara B. La primera podría titularse «Sexo, drogas y punk». La segunda, «Hay vida después del punk».
Viv Albertine llega a Londres en 1958 con cuatro años, procedente de Sídney. Estas memorias arrancan con su infancia y adolescencia, entre descubrimientos musicales —John Lennon, los Kinks, Marc Bolan—, conciertos —de los Stones, David Bowie...—, primeras escapadas —a Ámsterdam— y primeras experiencias adultas —con ladillas incorporadas—. A finales de los setenta, dos encuentros lo cambian todo: conoce a Mick Jones y descubre a Patti Smith. A partir de ahí, Viv se integra en la emergente escena punk y vive en primera línea aquellos años de revuelta, provocación y excesos: los Sex Pistols, Malcolm McLaren, Vivienne Westwood, los Clash, Sid Vicious y Johnny Thunders, la formación del grupo de chicas The Slits, en el que toca la guitarra, los locales míticos, el Soho, con sus cines porno y sus clubs, los conciertos salvajes, la heroína, las peleas con skinheads, el descubrimiento del free jazz y la gira a la que invitan a Don Cherry..., hasta que a principios de los ochenta su banda se disuelve. Arranca entonces la cara B, con la necesidad de reinventarse, el interés por el cine, un aborto, una hija, el cáncer de cuello de útero, el divorcio tras un largo matrimonio y su nueva situación como mujer madura, tema al que dedica una canción: «Confessions of a MILF».
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