El robachicos es una especie de centauro, un ser en parte imaginario y en parte emanado de la más dura realidad. Lo hemos visto al doblar la esquina, al colarse en alguna canción infantil o protagonizar películas e historietas, al leer este reportaje en el periódico o escuchar aquellas charlas entre vecinos. Como en la redondilla de sor Juana, en la que uno pone el coco y luego le tiene miedo, este personaje urbano surgió en el México de la primera mitad del siglo XX y poco a poco colonizó la imaginación de padres y autoridades, que en su afán por proteger a la infancia produjeron un continuo clima de alarma que logró expulsar a niños y niñas del espacio público. Susana Sosenski emprende en estas estremecedoras páginas el estudio del secuestro infantil, sus múltiples causas —desde la explotación sexual hasta el afán de algunas mujeres de “realizarse” como madres—, el tratamiento jurídico de un delito que no siempre consideró al menor de edad como su víctima, los efectos que la prensa, los cómics y el cine tuvieron en la creciente población citadina. Gracias a la lectura de expedientes judiciales y publicaciones periódicas, y mediante el análisis de algunos casos emblemáticos, como el de Fernando Bohigas o Norma Granat, la autora describe cómo la sociedad intentó asimilar este atroz fenómeno y cómo los prejuicios alentados por los medios de comunicación sirvieron para culpabilizar a ciertos grupos sociales y crear un caldo de cultivo en el que prosperó el pánico. Conocer la historia del secuestro infantil en nuestro país debería ayudarnos a erradicar de una vez por todas una práctica que aún hoy nos lacera.
El robachicos es una especie de centauro, un ser en parte imaginario y en parte emanado de la más dura realidad. Lo hemos visto al doblar la esquina, al colarse en alguna canción infantil o protagonizar películas e historietas, al leer este reportaje en el periódico o escuchar aquellas charlas entre vecinos. Como en la redondilla de sor Juana, en la que uno pone el coco y luego le tiene miedo, este personaje urbano surgió en el México de la primera mitad del siglo XX y poco a poco colonizó la imaginación de padres y autoridades, que en su afán por proteger a la infancia produjeron un continuo clima de alarma que logró expulsar a niños y niñas del espacio público. Susana Sosenski emprende en estas estremecedoras páginas el estudio del secuestro infantil, sus múltiples causas —desde la explotación sexual hasta el afán de algunas mujeres de “realizarse” como madres—, el tratamiento jurídico de un delito que no siempre consideró al menor de edad como su víctima, los efectos que la prensa, los cómics y el cine tuvieron en la creciente población citadina. Gracias a la lectura de expedientes judiciales y publicaciones periódicas, y mediante el análisis de algunos casos emblemáticos, como el de Fernando Bohigas o Norma Granat, la autora describe cómo la sociedad intentó asimilar este atroz fenómeno y cómo los prejuicios alentados por los medios de comunicación sirvieron para culpabilizar a ciertos grupos sociales y crear un caldo de cultivo en el que prosperó el pánico. Conocer la historia del secuestro infantil en nuestro país debería ayudarnos a erradicar de una vez por todas una práctica que aún hoy nos lacera.
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