Las universidades españolas son un auténtico agujero negro de la información. Todas las noticias acerca de ellas salen directamente de sus gabinetes de prensa o de las declaraciones públicas de su rectores, quienes, junto con las autoridades políticas autonómicas y estatales, por una parte, desarrollan un discurso autocomplaciente que llega al esperpento y, por otra, no cesan de pedir dinero, dando a entender que esa supuesta falta de dinero es el único problema de unas universidades perfectas, en las que no se ha conocido ningún caso de corrupción económica o política, precisamente en un país en el que la corrupción alcanza a todas las instituciones, desde la monarquía hasta los ayuntamientos, los partidos y todos los sectores económicos.
El logro de la opacidad absoluta de las universidades ha sido posible gracias al muro protector que han construido los rectores, quienes tienen a la vez el poder ejecutivo, el legislativo ?ya que las universidades hacen cientos de normas que a veces contradicen las leyes superiores? y el judicial ?un rector puede juzgar a su personal nombrando jueces instructores que son sus subordinados?. Los rectores son los únicos cargos públicos que resuelven ellos mismos los recursos contra sus propias resoluciones y contra las normativas que aprueban en sus órganos de gobierno, por lo que su poder es omnímodo y no es contrarrestado por los profesores ?a los que se ha dividido en una competición cainita constante por los méritos y el dinero?, ni por unos alumnos desmovilizados que no son capaces de comprender el galimatías normativo y son manipulados en el mundo complejo y barroco de los órganos de gobierno en los que ya no quieren entrar.
Nadie ha descrito una universidad por dentro, con nombres, problemas económicos y administrativos, con sus falsas verdades y su discurso sobre sí misma. En este libro se ofrece, a través de pequeños ensayos perfectamente estructurados, la vida de la Universidad de Santiago de Compostela, que no es una universidad menor ni marginal, sino una de las mejor situadas en los ránkings de prestigio científico en campos como las Matemáticas, las Humanidades, la Física, la Química y las Ciencias de la Salud. Una denuncia que, más allá del caso concreto, pone de manifiesto la diferencia entre la triste y desalentadora realidad de la institución universitaria y la imagen que quiere dar de sí misma ante la opinión pública.
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