¿Porque tenemos la necesidad de creer en algo o alguien? ¿Que pasa en nuestro cerebro cuando ponemos en práctica nuestra fe? ¿Porque las religiones siguen contando con una excelente salud en el mundo, a pesar de que los progresos de la ciencia nos muestran cada vez con más detalle un universo vacío? Boris Cyrulnik lleva a cabo un análisis apasionante de las razones profundas por las que muchos seres humanos necesitan seguir creyendo. Entre ellas, destaca las ventajas adaptativas que tiene la religión, tanto en sus expresiones individuales como grupales. En cualquier religión, Dios es una figura protectora y una extensión del amor de los padres. De ahí que ante las adversidades de la vida, el sentimiento religioso resulte ser un factor importante de resiliencia, llegando incluso a equipararse con los efectos de un buen apego durante la infancia. Pero Cyrulnik también nos advierte: el hecho religioso puede desviarse hacia una interpretación fundamentalista. En tal caso, el sentido que aporta la fe al sujeto tiene peligrosos costes sociales, ya que tales sentimientos van de la mano de la negación a aceptar al que tiene una cultura y una espiritualidad distintas, llegando a deshumanizarlo como a un enemigo. Una obra amena y divulgativa donde Cyrulnik explica con argumentos sencillos y sin ningún tipo de rubor su sugestiva teoría de la mente y a la estrecha relación que existe entre el hecho religioso y la cultura.
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