Los relatos contenidos en este volumen son paradigmáticos de la narrativa de Bierce: su extensión es muy breve, incluso más de lo habitual en el autor (algunos constan apenas de un par de páginas, lo que, por otra parte, los hace inusualmente contemporáneos); el lenguaje que Bierce utiliza es económico, sobrio, preciso, y sin embargo ofrece una narración meticulosa y rica en todo tipo de detalles. Los hechos se presentan de una forma desnuda, a modo de crónica impersonal, casi pudiéramos decir científica. El autor presta escasa atención a la atmósfera o el ambiente: ésta se desprende por sí sola y de forma natural de la narración en sí. La agrupación en bloques llevada a cabo por Bierce (Las costumbres de los fantasmas, Soldados del pueblo, Algunas casas encantadas y Desapariciones misteriosas) es, en cierto modo, elástica: hay casas encantadas que dan lugar a desapariciones misteriosas, otras que se relacionan con apariciones fantasmales, de modo que algunos relatos podrían perfectamente cambiar de categoría. Una dificultad añadida estriba en la imposibilidad de traducir con exactitud a nuestro idioma el adjetivo haunted, que tiene una connotación mucho más oscura que encantado y cuyo significado implica más la posesión y el dominio que el embrujo. Como colofón, Bierce nos ofrece una disertación que quiere hacer aparecer como científica en la que intenta explicar ciertos fenómenos paranormales. Este tipo de disquisición era habitual en los escritores victorianos que se ocupaban de temas sobrenaturales o psíquicos (según la denominación entonces en boga) como Scott, Lang o el propio Arthur Conan Doyle.
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