El suicidio de Hitler, el 30 de abril de 1945, inició una reacción en cadena entre los altos cargos nazis. Muchos de los más cercanos colaboradores del Führer siguieron su ejemplo y eligieron la muerte; el primero de ellos, Goebbels, con toda su familia. Se estima que en 1945 al menos doscientos líderes nazis se suicidaron para evitar ser capturados por los soviéticos, eludir el castigo de los Aliados o por negarse a aceptar la caída del Tercer Reich.
El suicidio como «solución final» para la élite nazi es un fenómeno poco estudiado que Philippe Valode analiza en este libro a partir de seis casos ejemplares: los de Rommel, Hitler, Goebbels, Himmler, Hess y Göring. Son casos paradigmáticos que arrojan luz sobre muchos otros, los de miles de administradores territoriales, funcionarios, profesionales de todo tipo o fabricantes comprometidos, oficiales o trabajadores de los campos de concentración que, al término de la guerra, también prefirieron morir.
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