Heinrich Mann, a diferencia de su hermano Thomas, sólo ha recibido en español como novelista. Sin embargo, en los más duros tiempos de la historia de Europa, cultivó el ensayo desde una apuesta insobornable por la cultura democrática. Continuador de la tradición radical de la literatura, desde Voltaire hasta Zola, siempre se situó en el mismo frente: en la defensa del espíritu europeo, consciente desde antiguo de su profunda dialéctica unitaria. Dotado de una mirada que recorre todo el arco de la desgracia europea, Heinrich Mann es el único que no se dejó engañar por los cantos de sirena del gran seductor de la inteligencia del siglo XX. Nietzsche no es para él la solución, sino el síntoma de una profunda enfermedad.
Estas páginas, humildes y valientes, nos traen el eco de una vida saludable que desprecia el gesto de la indignación aristocrática ante la cultura de masas. Nos hablan de una fe que desde Montaigne ni siquiera se atreve a llamarse certeza. La sencillez de la cultura democrática se torna aquí exigencia de lo mejor que pueda el mismo tiempo ser lo más compartido. La literatura se hace en estas páginas verdadera vocación de ser noble y popular.
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