En Los mercados de la Plaza Mayor en la Ciudad de México encontramos un ejercicio de microhistoria. La obra indaga la génesis de los mercados capitalinos modernos. El comercio tradicional novohispano que combinaba los “cajones” de españoles y los “puestos” de indígenas y castas, se transformó hasta consolidar, durante el siglo XVIII, tres mercados especializados: Alcaicería, Baratillo y Bastimentos. Nada más ajeno a los mercados virreinales que la libre competencia y la ley de la oferta y la demanda; en cambio, aparecen una serie de vínculos estamentales y relaciones informales pactadas verbalmente como el combustible que ponía en movimiento las transacciones mercantiles de la capital de la Nueva España.
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