Pasamos por las cosas sin habitarlas, hablamos con los demás sin escucharlos, acumulamos información en la que no llegaremos a profundizar. Todo transcurre a un galope ruidoso, vehemente y efímero. La velocidad a la que vivimos nos impide vivir. Precisamos de una lentitud que nos proteja de las precipitaciones mecánicas, de los gestos ciegamente compulsivos, de las palabras repetidas y banales. Necesitamos reaprender el aquí y ahora de la presencia, necesitamos reaprender lo entero, lo intacto, lo concentrado, lo atento y lo uno.
José Tolentino nos invita a explorar la lentitud, el agradecimiento, el perdón, la espera, el arte de cuidar y habitar, la perseverancia, la compasión, la alegría, el deseo y el arte de no saber. El autor expresa su anhelo con respecto al futuro de la humanidad: que habitemos, contemplemos y nos asombremos de cada uno de nuestros actos.
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