Leo Strauss sostenía que el dato más visible de la doctrina maquiaveliana es también el más útil: Maquiavelo parece ser un maestro de la maldad. Strauss procuró incorporar esta idea a su interpretación sin permitir que sobrecargara o agotara su exégesis de El príncipe y los Discursos sobre la primera década de Tito Livio. «Simpatizamos –escribe– con la opinión simple acerca de Maquiavelo [esto es, la maldad de su enseñanza] no sólo porque es sana, sino también, sobre todo, porque no tomar en serio esa opinión nos impediría hacer justicia a lo que es verdaderamente admirable en él: la intrepidez de su pensamiento, la grandeza de su visión y la elegante sutileza de su discurso». El propio Strauss era sensible a la «sutileza del discurso» y le respondía del mismo modo, a la vez que se esforzaba por poner frente al lector el mensaje transmitido por ese discurso. Pensamientos sobre Maquiavelo no es un libro maquiaveliano, pero respeta el genio del autor florentino y le demuestra su consideración al utilizar su astucia con elegancia y contención. Esta crítica del fundador de la filosofía política moderna, hecha por un prominente erudito del siglo XX, es un texto esencial para los estudiosos de ambos autores.
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