Considerada por algunos estudiosos como auténtico «manifiesto» del proyecto blumberguiano, Paradigmas para una metaforología es, en buena medida, un intento de responder a la pregunta ¿bajo qué presupuestos pueden tener legitimidad las metáforas en el lenguaje filosófico? Este planteamiento ya presupone un ideal filosófico, y también histórico-filosófico, signado por la conciencia metodológica cartesiana (y también husserliana), que hace de la precisión terminológico-conceptual un ideal, el ideal epistémico, y que en consecuencia niega o rebaja la legitimidad de aquellas formas de lenguaje que, por su carácter impreciso o traslaticio, no alcanzan todavía —o nunca podrán alcanzar— la nitidez intelectual de un contenido mental reducible a fórmula.
Filósofo ante todo —y pese a todo—, Blumenberg acumula conocimientos históricos, antropológicos, literarios, filológicos, astronómicos, musicales y teológicos; conocimientos que engarza con un arte secreto —y a las veces irritante— en crípticos textos nerviosos, lúcidos, tachonados de referencias sin aparente vinculación cuya unidad sólo el lector, si es que puede, está llamado a proyectar. Sin embargo, quizá no sea ninguno de estos aspectos de su actividad como estudioso lo que hoy por hoy más ha contribuido a configurar su imagen intelectual. Y para nadie es un secreto que, en cambio, sí son sus proyectos «metaforológicos», sus investigaciones sobre la(s) metáfora(s) y la función que ésta(s) desempeña(n) en la vida del espíritu las que le granjearon el respeto de sus pares.
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