Hay libros que resultan interesantes por el tono elegido para contar la anécdota que reflejan. Y en el tono reside, además, la clave del libro. El humor y la suave ironía que impregnan este libro permiten que los niños lo disfruten sonriendo y que los mayores vayan más allá de la literalidad de las palabras para captar segundas intenciones. Unos padres, amantes de la vida campestre y su bucolismo, llevan a su hijo al campo para compartir con ellos la paz y los encantos de la naturaleza. El hijo, en otra edad y con otros intereses, no comprende esta necesidad de tranquilidad y desearía, más bien, tener acción. En un paseo solitario por el bosque el niño se encuentra con varios animales dispuestos a ponerle a voz a lo que él piensa ¿Para qué sirve un niño si parece que sus padres no lo necesitan en su entrega a los placeres de la naturaleza? Y esta conversación divertidísima con los animales en busca de la razón de su existencia es el núcleo del libro. Aunque el libro parece dirigido a primeros lectores por los diálogos chispeantes y las ingenuas ilustraciones, el libro tiene "miga" y un fondo filosófico que permite reflexionar sobre lugares comunes, los tópicos repetidos y los prejuicios en las relaciones entre adultos y niños. Buena literatura muy concentrada.
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