¿Es posible que la muerte sólo sea la continuación de la vida? Parece preguntarnos Esteban Ascencio, desde las primeras páginas de Orondo. Novela que por cierto inicia con una duda, casi una "pregunta capital", una especie de grito atorado entre los dientes de uno de los personajes, que se ahoga entre maldiciones en su contra. No es un condenado, pero, como si lo fuera lleva el reclamo más allá de la ficción. Para tal propósito, el autor no se limita, y convoca a personajes conocidos y conocedores del deterioro humano. Así veremos llegar a la residencia de don Erasto a Dostoievski, a Proust, a Thomas Mann, o bien a Leopoldo Marechal, a León Bloy, o, a Samuel Johnson. Ascencio se vale de ellos y de algunos otros, para contar la historia de Erasto y Absalón. Dos hombres que por circunstancias ajenas a ellos se encuentran, y juntos atravesaran el "moderno" Aqueronte, que los llevará a un destino insospechado. Donde cada uno afrontará a su manera la existencia. Esteban Ascencio, construye la trama de tal suerte que resulta ser una especie de intriga en la cual se gestan para "bien" de los personajes los subterfugios que, paradójicamente derivan en el juego inverso de la vida.
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