Vaciar a la canción de su música se parece mucho a ese logro de los físicos oceanográficos que para medir las mareas recurren a una serie de cálculos hechos considerando la existencia de siete lunas. El procedimiento puede parecer arriesgado, pero el resultado no puede ser más certero. Martín Kohan desviste las canciones encontrando sentido en los lugares comunes de la melancolía amorosa del bolero y la física invertida del tango, donde nada se transforma y todo se pierde. O mejor dicho por Kohan: donde "todo se pierde porque todo se transforma". Sin la melodía y esa constante sensación de estar subiendo y bajando, las letras de las canciones son la narración que del amor hace la cultura de masas. El bolero solicita, el tango reclama. Lo cierto es que tanto una expresión como la otra representan las únicas poéticas, en el sentido que le damos a esa rara mezcla de imprecisión y verdad como no existe en ninguna otra música del mundo. Oír y descifrar. De eso, por otra parte, se trata escribir.
Guillermo Piro
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