En el lomo de un libro, espacio sagrado de los antiguos, se notifica al universo y sus anaqueles contiguos de la existencia de un título y un autor, de un esfuerzo y su orgulloso responsable. Por tanto, no es sitio para comentar ?como sería el caso? la energía de una ciudad, su imaginación publicitaria, sus sitios extraños (casi todos), sus lugares majestuosos (no los edificios sino la disposición azarosa de las multitudes), su habla profana (la que comienza al extinguirse la palabra chingada), su colorido, sus apretujaderos de cuerpos que dinamitan la demografía, su horror al vacío. Sin espacio para estos pregones, un texto en un lomo traicionaría su función si se olvida de lo suyo: no sintetizar el contenido sino proclamar un hecho bibliográfico. Doy fe: Carlos Monsiváis.
Advertencia: Las existencias de nuestro sistema no son precisas al 100%, por lo que antes de dirigirte a una de nuestras sucursales, te recomendamos que llames por teléfono para confirmar su disponibilidad.