Un escritor de novela juvenil recibe un día, de parte de un amigo, un manuscrito hallado en una casa de campo donde residió, durante años, un ingeniero. Enseguida el texto despierta la curiosidad y la imaginación, pues todo en él parece tocado por el misterio. ¿Quién es realmente el autor o la autora de ese manuscrito? ¿Qué vínculos debía de tener con el propietario de la casa? ¿Es cierto todo lo que se cuenta sobre la historia de una familia? ¿Y dónde reside el valor literario de esa narración?
Esta novela es en verdad un juego de espejos donde los narradores se multiplican mientras la voz que guía el manuscrito parece deslizarse entre ellos, grácil e inasible. Es también un homenaje a la ficción; una poética en la que, con un dominio extraordinario de la prosa y la psicología de los personajes, Soledad Puértolas ordena el caos y lo convierte en armonía.
«Es una escritora que encuentra siempre su tono, su ser, su plenitud literaria en la sugerencia reveladora, en la omisión elocuente, en los puntos suspensivos» (Iñaki Ezkerra, Las Provincias).
«Su manera de entender la ficción no ambiciona cambios estéticos o arriesgadas apuestas estilísticas, sino absorber la complejidad de lo real de manera tal que la realidad creada resulte fácil de reconocer y, sobre todo, en ella sea fácil reconocerse» (Pilar Castro, El Mundo).
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