Los portugueses llaman sin más Camilo, con familiaridad, a este escritor capital, a la vez sarcástico y ultrarromántico, cuya enorme obra —densa, profunda y siempre de un lenguaje abrasador—, es mal conocida entre nosotros. Incluso La novela de un hombre rico, la más querida de todas por él, y de gran inspiración, circuló en una edición popular hace ya más de medio siglo, con cientos de amputaciones. Memorialista y narrador de genio, Camilo Castelo Branco (1825-1895) ofrece en sus escritos diversas vidas reales de forma ficticia, en los que se entrecruzan el drama de acción y lágrimas, el relato verista y la comedia grotesca. Además, el autor se inmiscuye con burlas, comentarios sobre la acción y digresiones curiosas que enriquecen su sentido. Este libro —escrito en la cárcel y basado en un personaje real— es coetáneo de Amor de perdición, y narra también dos tragedias amorosas, aunque ahora no conducen a la violencia radical sino a una total retirada del mundo. En la clausura, lugar negativo en sus relatos, late aún ese juego entre entrega abismal y expiación que marcó toda su vida. Camilo tiene aún los recuerdos vivos de su infancia sentimental bajo el absolutismo, con sus orgullosos hidalgotes y abades —Portugal se convirtió desde el siglo XVII en un enorme convento—, si bien están muy presentes en su obra una desazón y una crítica corrosiva muy modernas. Lo novelesco en él supone expresar febrilidades afectivas.
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