Un pequeño contratiempo es el pretexto para recorrer el París nocturno del siglo XIX y sus inmediaciones. El personaje pierde el ómnibus y con ello el azar lo toma por asalto: mientras camina por la rue Hautefeuille se encuentra con un amigo, otro noctámbulo que lo guiará como un Virgilio distorsionado por el mundo de las damas de la noche, los salones de baile, los billares y los lupanares donde la oscuridad se respira más vívida que los rayos diurnos. Entre anécdotas descabelladas, como si la conversación vagara junto con ellos, este par recorre lo mismo el viejo mercado de Les Halles que los cafés o las tabernas buscando la complicidad de las ropavejeras y repartiendo copitas entre la clientela extravagante hasta perderse en los efluvios del alcohol. En estos escenarios bizarres donde se puede cenar al precio de un franco y escuchar a cantantes que no han pervertido su frescura con las lecciones del Conservatorio la vagancia abre los caminos a las cavilaciones por senderos lo mismo filosóficos que literarios. En estas tres noches de octubre la profética pluma de Gérard de Nerval daguerrotipa la realidad hasta el colmo del surrealismo.
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