La Musa anima, levanta, excita, pone en marcha. Vela menos sobre la forma que sobre la fuerza. O, más exactamente: vela con fuerza sobre la forma.
Pero esa fuerza mana en plural. Se da, de entrada, en formas múltiples. Son las Musas, no la Musa. Aunque su nombre haya podido variar, al igual que sus atributos, las Musas siempre habrían de ser varias. Lo que debe interesarnos es este origen múltiple, razón, también, por la cual las Musas, como tales, no son nuestro tema: no hacen sino prestar su nombre, ese nombre multiplicado desde el inicio, para titular esta pregunta: ¿por qué hay varias artes y no una sola?
Esta pregunta parece demasiado simple: podría pensarse incluso que no hay nada que cuestionar. Sin embargo, por poco que nos sustraigamos a una idea romántica del Arte con ma- yúscula, la pregunta será capaz de desplazar toda nuestra manera de considerar lo que llamamos las artes, y con ellas, por un lado, los sentidos (y el sentido de «sentido») y, por otro, la técnica (de la cual el «arte» nunca es otra cosa que la traducción).
Con las artes, lo que vuelve a ponerse en juego es el sentido del mundo.
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