Una falta preexistente, voluntaria y libre que no ocurre en el tiempo, sino en el orden ontológico, se resiste al análisis como al uso consciente. Alguna falta está en el acto de elegir. Pero no es la falta todavía del pecado, ni mucho menos el mal radical como Kant piensa. Es pura carencia, pura negación, lepra desde la ausencia, lugar de tinieblas y silencio que opone feroz resistencia a la razón y a ser integrada en la conciencia: una especie de nada. Una cierta nada que falsea la conciencia. Pura nada, ausencia de mirada de la cual la libertad tiene la inicativa: iniciativa de nada. Es un momento de naturaleza humana, no de tiempo. Momento en que la criatura nada ha hecho aún y, sin embargo, es un instante en el que ha hecho ya la nada. El acto puesto llevará en sí la mordedura de la nada. Rmón Kuri, desde el fondo de los siglos y a la luz del presente, en la confrontación Atenas-Jerusalén, ofrece una interpretación renovada del mal, señalando el compromiso de una Intención, de una nada que desgarra al mundo, pero para hacer aparecer no otro mundo, sino lo otro diferente del mundo: lo distinto a la mundanidad como tal.
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