El mundo real ha sido sustituido por su reproducción, con medios tan fascinantes como la fotografía, el cine, la televisión o Internet, convertidos en coto de caza y parque temático del comercio y, por tanto, del poder. Los medios de comunicación de masas convertidos en agentes de festejos del pensamiento único. La realidad travestida en espectáculo; reducido el ciudadano a cliente y espectador que no comprende ni puede comprender.
El asunto es volver a mirar como si fuera la primera vez, pero sin desdeñar lo aprendido a lo largo del camino de la experiencia y de la vida. En esta antología de artículos ya clásica, John Berger nos ayuda y enseña a ver qué hace que una fotografía de August Sander, Paul Strand o Donald McCullin, o un cuadro de Millet, Corbet o Magritte sean valiosos. En la medida en que él muestra cómo y desde dónde ve nos enseña a ver por nosotros mismos. En ningún momento dice: así es como hay que ver, sino que al descubrirnos su caja de herramientas nos permite hacernos con un juego propio. John Berger sabe qué hacer con las palabras lo que un carpintero con la madera o un picapedrero con la piedra, con la misma elocuencia sobria y sin sentimentalismos, pero con la diferencia de que las palabras son una palanca exterior a los objetos, de ahí el peligro de tantos que porque saben qué hacer con la sintaxis a menudo pierden de vista el origen de las palabras y su capacidad para romper los dulces meandros de la alienación
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