Sólo conocía tres cosas del abuelo Juan: que es el papá de mi papá, que no podía preguntar nada sobre él y que debía ser muy aburrido. Sólo alguien aburrido regalaría piyamas cada cumpleaños. Pero luego, el abuelo se mudó con nosotros, ¡con todo y sus mil piyamas! Cada piyama era una historia y cada historia una pista para responder la pregunta prohibida: ¿por qué papá se había enojado con él?
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