Antes de iniciar la escritura de sus diarios, Andréi Tarkovski (1932-1986) se preocupó de elegir un título que les diera sentido. Así, en la primera página de sus cuadernos dibujó la palabra «Martirologio». Con ella, el gran cineasta ruso evocaba los procesos instruidos por las autoridades romanas contra los primeros cristianos que se negaron a ofrecer sacrificios a los dioses del Imperio y al propio emperador, sufriendo muchos de ellos la pena máxima.
En 1962, Tarkovski ganó para la Unión Soviética el León de Oro del Festival de Venecia con La infancia de Iván. Aquel éxito internacional le abrió las puertas del Estado para realizar una película sobre un monje ruso medieval, pintor de iconos, llamado Andréi Rubliov. La proyección privada de la cinta en diciembre de 1966 hizo saltar las alarmas entre las autoridades, y el cineasta y su obra sufrieron innumerables críticas y duras acusaciones.
Cuando en 1970 Tarkovski inició sus diarios, aún no había podido estrenarse Andréi Rubliov. Las páginas de sus confesiones muestran las ilusiones, expectativas e inmensas decepciones del artista, a la vez que testimonian la lucha que sostuvo para alcanzar sus objetivos artísticos y, en el fondo, sus metas morales. Por otra parte, constituyen la crónica de las lecturas, cavilaciones y reflexiones de un cineasta que, a fuerza de sentir y pensar su tiempo, se ha convertido en uno de los grandes intelectuales rusos de la cultura europea actual.
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