E. M. Forster, más conocido por sus novelas Howards End, Una habitación con vistas o Pasaje a la India, publicó La Máquina se para en 1909. Considerada como una de las mejores distopías tecnológicas, el libro no trata sólo de individuos productores de ideas de 140 caracteres, atrincherados en sus hogares y ensimismados ante sus pantallas: es también una reflexión doliente sobre la desaparición de la belleza y de la sensibilidad que la sociedad industrial está eliminando. Pero desde marzo de 2020, esta obra no se leerá igual. En la era del coronavirus, la novela de Forster adquiere un nuevo significado: la humanidad atrincherada felizmente en sus habitáculos, encantada con sus dispositivos tecnológicos, rehuyendo el mundo exterior (supuestamente tóxico) y practicando una distancia social considerada como algo imprescindible y refinado. Frente a la propaganda del #quédateencasa, el teletrabajo y la vida digital, el alegato de Forster por conservar resquicios de humanidad ante la Megamáquina adquiere una relevancia crucial.
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