El jefe de una zona militar -reconocido historiador- publica una carta en la que mide, con identico rasero, al político y al soldado. Honestidad, lealtad, sacrificio de lo propio y una ´´visión sostenida y logística de los tremendos problemas nacionales´´, serían los principios de un común ´´Código de Deberes Patrióticos´´. La onda expansiva producida por la carta excede el ámbito de la disciplina castrense. Un general asesinado, un Manifiesto a la Nación, un retorno a las fuentes revolucionarias de 1910, una guerrilla militar -la primera rebelión militar después de los veintes- que se suma a las de Chiapas, Guerrero y Oaxaca. Lo anterior en medio de una imbatible crisis económica y la acción de partidos políticos -las únicas instituciones públicas sin problemas de presupuesto- que se rinden al mejor postor, transan sin ideas, patrimonializan el voto, reviven el caudillaje, infaman la democracia y la civilidad. ¿Cómo encara el aparato gubernamental -con el PRI, ahora Partido de la Justicia Revolucionaria, de nuevo en Los Pinos- el colapso del ´´sistema´´? Manuscrito hallado en un portafolios, novela que calusura y abre un género en las letras mexicanas, que se reproduce -y seguirá reproduciéndose- a sí misma, ofrece la más tenebrosa de las respuestas. El golpe constitucional del Estado.
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