El dilema de la lectura
La invención de la escritura es evidentemente paralela a la de la lectura. De un escritor nace un lector y viceversa. Esta relación, casi tan esencial como la habida entre el sujeto y el objeto, hoy resulta cotidiana, a tal grado que a veces olvidamos a un protagonista más en este encuentro, un instrumento del todo curioso y quizá infinito: el libro.
¿Es posible, me pregunto, trazar una historia de los lectores, como bien las hay de los autores? Creo que la respuesta contiene una afirmación —pues algunos como Manguel lo han demostrado—. Asombrosamente, en ambas listas encontramos casi los mismos nombres. En Dante vemos al lector de Virgilio, y en éste al de Homero. En Cervantes al apasionado por las novelas de caballerías.
El libro de Virginia Woolf, Leer o no leer, está concebido desde la imagen de quien lee. La presente edición consta de dieciséis reseñas cortas donde trata con singular maestría temas sobre todo del ámbito literario inglés. Artículos como «El ocaso del ensayismo» o «Reseñar» trazan los tópicos del narrador como lector. También encontramos fascinantes líneas en «La prosa inglesa», ahí discurren autores prominentes como Conrad o Sterne. «Viajes por España» es una crítica minuciosa a las, muchas veces innecesarias, guías turísticas y a la vez un elogio de la literatura de viajes.
«Qué es una novela» y «Qué es una buena novela» resultan complementarios por dos razones: en el primero, sin citar ningún narrador, nos da un panorama amplio sobre los problemas que acontecen al novelista; y el segundo, ya explorada la materia, discurre en novelas de renombre.
Por último, pero no menos importante, tenemos el ensayo «Cómo leer un libro». Consejos llenos de sabiduría y con cierto aire hedonista razonan sobre el placer de tomar y escoger un ejemplar. Poder distinguir entre los géneros literarios, saber por qué El Paraíso perdido es un gran poema o reconocer las trivialidades de Austen es una lección inolvidable.
Virginia llegó a publicar Orlando y La señora Dallowey, entre otros títulos; si la novela no hubiera sido su pasión seguramente habría llegado a la altura de Emerson en el ensayo.
«Reseña escrita por Irvin Payán, El Péndulo Roma»
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