Platón (427-347 a.C.) es heredero de una fuerte inquietud por cuestiones éticas, muy caras a su maestro Sócrates. Con mayor o menor protagonismo, el problema de la virtud, de la posibilidad de enseñarla y de su especificidad son una constante en toda su obra y el centro casi exclusivo en su producción del primer período. Sin duda, en una Atenas sumida en un profundo movimiento político y social, las cuestiones éticas fueron la base de todo otro planteo ontológico o gnoseológico que se emprendiera. Por esta razón, y por la amplitud y riqueza con la que Platón ha tratado una y otra vez estas nodales preocupaciones filosóficas, su palabra sabe hacerse nuevamente un lugar en las lecturas contemporáneas.
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