La peste blanca, de Karel Capek. El célebre escritor checo nos entrega esta novela de tono distópico, muy en la corriente de 1984. Bajo un telón de ciencia ficción, se muestra un alegato antifascista, ya que mientras un dictador muy parecido a Hitler intenta invadir un país, se suelta una enfermedad que mata a la gente, dejándola con la piel blanca. Cosa curiosa, la enfermedad también proviene de China.
Hace 80 años, Capek fue capaz de prever la situación sanitaria y política en que se encontraría el mundo en 2020. Un texto visionario y genial.Una extraña y contagiosa enfermedad se extiende por el mundo. Al principio, el mal se manifiesta con una mancha blanca, dura y fría al tacto, que deja insensible la zona afectada del cuerpo. En fases posteriores, la carne de los enfermos va descomponiéndose hasta el inevitable desenlace. No es lepra, no es peste negra. No hay tratamiento ni vacuna. Nadie está a la altura: ni gobiernos, ni médicos, ni la ciudadanía. La única esperanza proviene de un humilde médico de familia que, a cambio de salvar a la humanidad, sólo pide que los gobernantes cumplan una condición racional. Sin embargo, la situación geopolítica es, a priori, un obstáculo infranqueable.
Čapek, maestro de las situaciones distópicas, vislumbraba en 1937 un futuro que, desde entonces, no ha parado de repetirse. La peste blanca, su último legado, quizá sea la vacuna de cordura que el mundo necesita para evitar caer en los mismos errores una y otra vez.
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