Dagerman se erigió como una nueva y rutilante estrella literaria con la publicación de esta historia protagonizada por siete náufragos, angustiados ante la perspectiva de su inminente muerte en una isla desierta. La desolación del paisaje es geográfica y metafísica, y los descarnados e insomnes pensamientos de los personajes fluyen como aguas negras hacia el sumidero final. Con su estilo sombrío y devastador, Dagerman escribe una fábula opresiva y nihilista del fin de los tiempos (y del hombre), a través de la cual asoman muchas de las ansiedades y de los miedos de una Europa que ha sufrido el horror de la Segunda Guerra Mundial, y ha perdido, definitivamente, la inocencia. Sólo quedan la soledad y el más radical desamparo ante el vacío y el sinsentido de la existencia.
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