La noche del 30 de octubre de 1938, Orson Welles, al frente del Mercury Theatre, lanzaba a las ondas la adaptación radiofónica de La guerra de los mundos, la célebre novela de H. G. Wells. El programa, hábilmente maquillado (no en vano era la noche de Hallowe’en), pretendía ser un anodino espacio musical súbita y repentinamente interrumpido por unos alarmantes boletines informativos que iban dando cuenta de los extraños acontecimientos que, al parecer, se estaban produciendo. A medida que entraban en antena, los testimonios de los supuestos testigos oculares y las precisiones de unos científicos no del todo inocentes fueron disipando cualquier duda: el país se enfrentaba a una invasión alienígena. Las reacciones no se hicieron esperar.
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