Estas palabras, extraídas de la introducción del Libro de Buen Amor, fueron escritas por el Arcipreste de Hita para animar al lector a completar el recorrido por sus páginas y superar el tedio y el cansancio que algunas de sus partes, o la impericia del autor, pudieran provocar. No resulta ocioso en absoluto recordar estos versos al comenzar un libro que trata de Historia Medieval y que tiene como objetivo ofrecer a una persona de nuestro tiempo las claves generales para comprender aquella época. Dos motivos nos inducen a ello, el primero porque así comprobamos cómo un texto, escrito en la Edad Media, provoca en la actualidad el mismo efecto que tuvo entonces. Al leerlo nos introducimos en un contexto cultural lejano, pero recuperamos su valor doctrinal y llegamos a comprender, también hoy, que "en feo libro" puede haber "saber non feo". De esta forma directa, sin necesidad de teorizar sobre la justificación de la Historia (Historiodicea), ni hablar de la importancia del legado del Mundo Medieval, podemos comprobar la deuda que todas las épocas tienen con las que les han precedido y la muestra en particular con la Edad Media. En segundo lugar, la cita nos parece justificada porque éste no es propiamente un libro de Historia, sino un tratado propedéutico que pretende introducir al lector en una disciplina, la Historia Medieval, cuyo contenido goza de cierta popularidad en la sociedad actual, pero que requiere manejar una serie de conceptos e ideas complejas, a veces muy diferentes de las que utilizamos para comprender nuestra época, y cierta destreza en la aplicación de métodos de estudio propios, como corresponde a una disciplina científica.
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