A lo largo de la historia, la humanidad ha creado millares de instrumentos musicales, y cada uno de ellos prueba la inmensa riqueza de la imaginación humana. Sin embargo, la filosofía ha desatendido el estudio de esta realidad, de la que se adueñaron hace mucho tiempo musicólogos e historiadores. Desafiando a la tradición, Bernard Sève muestra en este ensayo extraordinario y novedoso que el singular arte de la música se fundamenta en el uso de instrumentos, de modo que puede hablarse de la «condición organológica de la música»: los instrumentos desempeñan un papel fundamental en la ontología de la obra musical, no son meros utensilios accesorios, puesto que siguen siendo necesarios una vez concluido el proceso de composición, a diferencia de lo que ocurre en el resto de disciplinas artísticas. Por ello, los instrumentos musicales merecen un lugar particular entre el resto de herramientas humanas.
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