Con La instancia de la letra en el inconsciente, Lacan lanzó, en 1957, un concepto de letra que, desde Freud y La interpretación de los sueños, fue central en el ejercicio y la teoría psicoanalíticas. Jung se aproximó a él con su caligrafía de El libro rojo.
Durante mucho tiempo, la letra, según Lacan, tuvo relaciones ambiguas con el significante. Fue en 1971, con Lituraterre, cuando dio un giro importante. A partir de entonces, hela ahí como borde de un agujero, luego como trenza vía el nudo borromeano, en 1972. Al final, la letra formará el tejido que envuelve el lugar del Otro desertado por el objeto en la segunda analítica del sexo. Esto es lo que George-Henri Melenotte llama en su ensayo “el entramado de la ausencia”.
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