«El Hundimiento», Hamburgo 1943, narra, desde dentro, el bombardeo brutal, sin precedentes hasta esa fecha, que sufrieron los ciudadanos de Hamburgo entre julio y agosto de 1943 por parte de las fuerzas aéreas británicas y estadounidenses. Un bombardeo del que Hans Erich Nossack (1901-1977) fue espectador y víctima a un tiempo, y con el que perdió todas sus pertenencias, su casa, y la mayoría de sus diarios y novelas. A lo largo de sus páginas, el autor relata de forma sencilla y lúcida cuanto vio, sintió y padeció, durante y después de los bombardeos. La traducción al castellano ha sido realizada por Juan de Sola Llovet, mientras que los dibujos que acompañan al libro son obra de la reputada pintora canadiense Sophie Jodoin. Esta pequeña obra, además de ser uno de los escasos documentos escritos desde el punto de vista de los perdedores de la II Guerra Mundial, es un ensayo frío y calmado de primera magnitud sobre la destrucción, tanto espiritual como material, después de que 10.000 toneladas de bombas que cayeran sin descanso durante diez días sobre su ciudad.
«Imagínense que cierran los ojos por un solo segundo, y que cuando vuelven a abrirlos, no queda nada de todo cuanto había antes» invita a pensar el autor. El testimonio de Nossack es esencial para todo aquel que quiera conocer por dentro las consecuencias de lo que en su día fue la mayor campaña de bombardeos de la historia. Pero también para aproximarse al interior del corazón de unos ciudadanos que, tras el choque de haberlo pedido todo, quedaron literalmente mudos, ciegos y sordos. El hundimiento, Hamburgo 1943 es la obra con la que Hans Erich Nossack, autor inédito hasta entonces, nace definitivamente como escritor. Y nace, precisamente, narrando el hundimiento de su ciudad de forma sobria y sin retórica, sólo tres meses después del desastre. «Es con lo documental, que en El hundimiento de Nossack tiene un temprano precursor, con lo que la literatura de posguerra se encuentra realmente en sí misma e inicia el estudio serio de un material inconmensurable para la estética tradicional.» Destacó W. G. Sebald en Sobre la historia natural de la destrucción (Anagrama, 2003).
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