El 6 de julio de 1907, nació una niña en Coyoacán, un pueblo muy cercano al Distrito Federal, en México. Su papá era un inmigrante de origen alemán y su mamá era oriunda de Oaxaca. Desde muy temprana edad demostró ser muy vivaracha y activa. Su desarrollo transcurrió con normalidad. Le encantaba jugar, correr en el patio de su casa, trepar árboles y montar en bicicleta. Pero lo que la distinguía del resto de los niños era su desbordada imaginación. Por desgracia, su vida cambió abruptamente a los seis años cuando se contagió de poliomielitis. Se vio obligada a guardar reposo por largos periodos; tiempo que aprovechó para soñar y dibujar. Cuando llegó el momento de su rehabilitación luchó con perseverancia y determinación hasta recuperar su movilidad. Creció envuelta en la riqueza de las costumbres y tradiciones mexicanas. Su casa era un verdadero museo de artesanías típicas. Este maravilloso entorno nutrió sus ojos de inspiración, la que muy pronto plasmó en cuadros rebosantes de vida y de color. Con los años llegó a ser una pintora internacionalmente famosa. Hoy todo el mundo la admira y su figura es un ícono cultural. Para México es un orgullo y un símbolo nacional. Su nombre era Frida, Frida Kahlo y esta es la historia de su tierna infancia.
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