El diablo y su devenir
El diablo ha estado presente en el imaginario colectivo desde hace varios siglos. Pero ¿cómo surgió?, ¿cuándo y en dónde? ¿Cómo se transformó en el lado opuesto de Dios? Todas estas preguntas fueron planteadas por el historiador francés Robert Muchembled (1944, Liévin) para desarrollar el que es considerado como el mejor texto sobre este sombrío personaje.
Cabe aclarar que Muchembled ha realizado un análisis histórico, por eso dejó de lado los debates teológicos que hay acerca del diablo, para centrarse en el fenómeno social que hay alrededor del demonio. Por eso sitúa su libro en los siglos XII al XX, rastreando justo el momento donde el diablo pasa de ser un debate entre filósofos cristianos a un ente transformador de la cultura y pensamiento occidental. Todo esto, plantea Muchembled, surgió en el medievo europeo. Claro está que el concepto del maligno existía desde antes de esa época, ya se habían realizado sendos debates sobre su existencia y las personas juraban haberlo visto. Pero el diablo no tenía forma e historia definida, se conocían varios tipos de diablo, muchas de esas imágenes eran reminiscencias de las religiones paganas, que por ende le daban características o rasgos de varios animales. Pero en una sociedad donde el cristianismo entraba a todo pulso, el peso de un ente maligno y equiparable con dios aun estaba lejos. Por el contrario, el diablo durante los primeros siglos de nuestra era fue retratado como un personaje al que se le podía engañar o vencer, clara muestra de que la religión católica se imponía a las demás ideas reinantes de aquellos años, instaurando un régimen de sometimiento que perduraría mucho tiempo.
Uno de los movimientos que terminarían dando forma a la imagen del diablo fueron las falsas acusaciones de brujería. Ya que los distintos juicios en contra de aquellos acusados de practicar aquelarres, fueron sazonados con una vinculación al culto del diablo. Estas supuestas idolatrías marcaron la pauta a seguir para ir formando una imagen popular de Lucifer, otorgándole los rasgos que hoy en día conocemos de él. Otra de las líneas que crearon el perfil de este personaje fue la escultura, ya que se dio un cambio en la forma de representación de las figuras dándoles un toque más realistas, lo que permitió a la apariencia del diablo tener una presencia más significativa.
La historia del diablo se fue mezclando con la historia de la humanidad, algunas veces desde una simple tentación y otras como fuente de inspiración literaria, hasta terminar en el siglo XX donde los tabús que había a su alrededor se fueron cayendo poco a poco, para dar paso a una idea más general del diablo. Esto fue posible gracias a las distintas ramas del arte como el cine, la fotografía, la literatura y la escultura.
El diablo, como explica Muchembled, ha sido un ente cercano al ser humano, ya sea como percepción de las tradiciones antiguas, también como la máxima representación del mal o como la figuración de aquellos que se opusieron a la opresión de la religión católica. Pero siempre ha estado presente y muy probablemente nos siga acompañando unos siglos más.
«Reseña escrita por Alejandro Díaz, El Péndulo Zona Rosa»
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