El hombre, que como todos sabemos no vive sólo de pan, tampoco se sacia con los solos conceptos. Me refiero –esto es un libro– al hombre reflexivo, al que por alguna razón ha logrado escapar al circo de la incesante solicitación de las imágenes –visuales y auditivas sobre todo– del incesante mercado, y también a las tan insidiosas consignas de la propaganda, esa red que en todo tiempo – y ahora todo el tiempo– nos echan encima –lobos, más que pastores– los que disponen del poder que se requiere para hacerlo.
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